martes, 20 de mayo de 2014


Detalle de 'Hypergenese de la reapparition' (1934), de Brauner | Crédito: Wikipainting.
La vida y la obra de no pocos artistas –y en especial de aquellos pertenecientes a las corrientes de vanguardia– estuvieron a menudo relacionadas con las creencias y las prácticas esotéricas.
Ya hemos comentado aquí en más de una ocasión que grandes artistas como Mondrian,KandinskyKupka y muchos otros estuvieron relacionados con la teosofía, el ocultismo e incluso la parapsicología. En el caso del pintor rumano Victor Brauner sucede otro tanto, aunque con una peculiaridad un tanto sorprendente.
Aunque había nacido en la ciudad rumana de Piatra Neamț, Brauner vivió buena parte de su infancia en Viena, donde realizó sus estudios primarios. Siendo todavía un preadolescente, en 1914, regresó con su familia a Rumanía, y allí comenzó a formarse en la Escuela de Bellas Artes de Bucarest, y más tarde en la escuela de pintura de H. Igiroseanu.
Sin embargo, aquellos años también estuvieron marcados por la afición de su padre al espiritismo y las ciencias ocultas. Éste organizaba a menudo sesiones de espiritismo –en las que el joven Victor se colaba en secreto–, y mantenía correspondencia con algunos de los supuestos médiums más célebres de su tiempo.
Estas particulares aficiones paternas acabaron por convertirse también en pasiones del joven artista, hasta el punto de que cuando se estableció en París en la década de los años 30 ypasó a formar parte del círculo surrealista de André Breton, Brauner representó a menudo temas y motivos de carácter esotérico, algo que continuaría durante toda su carrera.
'Autorretrato' (1931), Victor Brauner | Crédito: Wikipedia.También en estos años, precisamente, comienza a manifestarse en su obra una inquietante obsesión por los ojos, y concretamente por los ojos heridos. Así, este tema aparece reproducido una y otra vez en muchas de sus pinturas, convirtiéndose casi en un “monotema” de su obra en este periodo.
Una de las obras más significativas de estos años es un autorretrato fechado en 1931, en el que Brauner se retrató con la cuenca de uno de los ojos vacía, y el párpado inferior herido.
Curiosamente, esta pintura de pequeño formato –actualmente expuesta en el Centro Pompidou de París–, terminaría por convertirse en una de las más célebres de su carrera, no tanto por su calidad artística, sino por un hecho de su biografía que tendría lugar algunos años más tarde…
En 1938, ya de vuelta en Francia tras un paréntesis de un par de años en Rumanía, Brauner sufrió una terrible herida durante una pelea entre los surrealistas españoles Óscar Domínguez y Esteban Francés. Al interponerse entre ambos para acabar con la disputa, el pintor rumano recibió el impacto de un vaso de cristal que Domínguez había lanzado a Francés, con tan mala suerte que los fragmentos de vidrio le cortaron gravemente en un ojo.
Aunque fue trasladado a un hospital, los médicos no pudieron hacer nada para salvárselo. Para sorpresa del propio Brauner y del círculo de surrealistas, aquel era el mismo ojo que el artista había representado en su autorretrato de 1931, en plena etapa de obsesión por los ojos, eincluso la herida plasmada en el lienzo era prácticamente idéntica.
El accidente, como es lógico, fue fruto del azar, pero tanto el artista como buena parte de los surrealistas interpretaron las obras de aquel periodo de Brauner, y especialmente su autorretrato, como una premonición sobrenatural del artista, que desde entonces gozó de un notable “prestigio” como clarividente.
Estatua de Brauner en su tumba de Montmartre | Crédito: Wikipedia.El propio Brauner se refirió al suceso en los siguientes términos: “Quise hacer un retrato minúsculo de mí mismo delante de un espejo. Quité un ojo. Y bien, es este ojo el que me han quitado, la herida era idéntica”.
La supuesta premonición en la obra de Brauner causó tal revuelo entre los círculos surrealistas franceses que incluso se abordó en varios artículos artísticos, en especial en la revistaMinotaure, dirigida por su amigo André Breton.
Brauner acabó convenciéndose de que aquel trágico accidente había sido cosa del destino, y durante años los ojos continuaron formando parte importante de su iconografía pictórica y escultórica. Al mismo tiempo, buena parte de su producción artística –hoy repartida por museos como el Guggenheim de Nueva York, elMetropolitan o el Pompidou–, siguió girando en torno a temas y símbolos de corte esotérico, reflejo de aquella temprana influencia ejercida por su padre.

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